Un cerebro fósil en la amazonia peruana


Un miembro de la tribu Huambisa pilotaba con destreza la canoa por las marrones aguas del río Santiago en la región peruana del Amazonas. Mientras, el paleontólogo Klaus Hönninger miraba las aguas y la ribera. Llevaban dos días explorando la zona, pero no habían encontrado nada digno de destacar. Aun así, Klaus sabía que había mucho por descubrir.

Foto cortesía de Klaus Hönninger
La canoa se aprecia minúscula en la grandeza del río (Foto cortesía de K. Hönninger)
“Mayo es un mes de poca lluvia en el Amazonas y luego de 3 meses de lluvias intensas que lavan los estratos es más fácil de recorrer en busca de vestigios”, explica a Cóctel de Ciencias el director del Museo Paleontológico Meyer-Honninger, en Chiclayo (Perú). Pararon a 4 kilómetros del lugar donde el mes anterior había descubierto un yacimiento de ámbar en el que estaban atrapados desde hace 20 millones de años insectos desconocidos hasta ese momento, pelo de roedores y semillas. “Ese hallazgo me indicaba que me encontraba en el Mioceno terrestre, lo cuál apuntaba a más descubrimientos interesantes”, explica.
Y no se equivocaba, tras un par de horas excavando halló, “a las 14 horas del 12 de mayo” -recuerda- “aflorando del sedimento vestigios óseos fragmentados de un cráneo”. Cerca, apareció una masa que en un principio pensó que eran sedimentos que se habían metido en el cráneo y por eso tenían una forma parecida a un cerebro. “Al limpiar esta masa con la brocha y agua me di cuenta que mostraba los lóbulos muy bien definidos, vasos sanguíneos, elevaciones tortuosas (plieges) así como parte del tronco encefálico”, relata este científico que desde niño siente fascinación por los fósiles.
Cerebro fosilizado (Foto: MPMH)
“Fue emocionante ver de que se trataba de un cerebro”, reconoce, porque es muy difícil encontrar un cerebro fosilizado. Este órgano es en su mayoría grasa, uno de los componentes de la materia orgánica preferida de los microbios, una de las partes de un cadáver que primero devoran.
La excepcional pieza mide 12 cm de ancho, 11 cm de largo y 9 cm de altura. “Definitivamente se trata de un gran mamífero y probablemente uno de la orden de los pilosos (la familia de los osos hormigueros y los perezosos)”, apunta. Ahora mismo distintos especialistas están estudiando la pieza para confirmarlo. “Se mostrará al público una vez que la construcción del nuevo museo se culmine a finales de año”, concluye Hönninger.