Al final de la extinción Cretácica, hace 65 millones de años, época en la cual los dinosaurios fueron eliminados (eliminación repentina en la escala de tiempo geológico, hecho que aún nos intriga, existiendo varias teorías respecto a sus causas) los mamíferos, como uno de los grupos sobrevivientes, experimentaron una explosiva radiación adaptativa durante el periodo terciario. Entre los placentarios esta radiación originó: los carnívoros, los ungulados, los roedores (omnipresentes), y grupos tales como ballenas, delfines, murciélagos, los insectívoros (como las musarañas actuales) y los primates. Los mayores órdenes de los mamíferos se desarrollaron en este período, incluyendo a los Primates a los cuales pertenecemos los humanos. Nosotros somos mamíferos, placentarios y miembros del orden de los primates. Si bien tenemos diferencias significativas con los otros primates compartimos una historia evolutiva que incluye caracteres tales como: pulgar oponible, visión estereoscópica, grandes cerebros, y uñas que reemplazan las zarpas. Hace aproximadamente 20 millones de años el este y el centro de África estaban densamente forestados. Los cambios climáticos resultantes de los movimientos de las placas tectónicas y episodios de enfriamiento global causaron el reemplazo de esta foresta por una sabana adaptada a la baja humedad, mezclada con áreas forestadas. Durante el curso de la evolución de los homínidos, los periódicos cambios climáticos dispararon cambios que concluyeron en evolución o extinción. Los primates tienen modificaciones en el antebrazo, sus dos huesos largos son el radio (del mismo lado que el pulgar) y el cúbito. Pueden moverse en tal forma, que el radio rota por encima del cúbito permitiendo a la mano describir un semicírculo sin necesidad de mover el codo ni el brazo. Muchos primates pueden también rotar libremente el brazo en la articulación del hombro. Estas dos adaptaciones ofrecen ventajas para la vida en los árboles. Los primates tienen cinco dígitos en sus extremidades. Están capacitados para asir objetos con sus dedos en lo que se conocer como movimiento prensil. Una segunda modificación produjo uno de los dígitos oponibles (el pulgar), permitiendo que las puntas de los dedos y el pulgar se toquen. La colocación de los ojos en el frente de la cabezaincrementó la percepción de la profundidad de campo, una adaptación ventajosa para los primates arborícolas. Los cambios en los conos y bastones en los ojos adaptaron a los primates para la visión en colores así como a la visión periférica en la penumbra. La mayoría de los primates tienen en la retina una zona llamada fóvea de conos concentrados que produce imágenes nítidas. La postura erguida permitió a los primates tanto la observación de sus alrededores como la utilización de las manos para otros propósitos. Los homínidos, el linaje que lleva a los humanos, cambió la forma y tamaño de la pelvis, fémur y rodillas lo que permitió el bipedismo (caminar en dos piernas). El cambio de cuadrúpedo a bípedo procedió en estadios, culminando el proceso en los humanos, que pueden caminar o correr en dos piernas. Una nueva especie de simio desenterrada en Cataluña se ha presentado como un antepasado común del orangután, el gorila, el chimpancé y el hombre.'Pierolapithecus catalaunicus' vivió hace 13 millones de años en un ecosistema selvático subtropical y tiene un tórax ancho y aplanado, los omoplatos en la espalda y no en los costados -como los monos, los perros y otros animales-, la parte final de la columna vertebral corta y rígida, y una cara corta, entre otras características exclusivas de los grandes simios, incluido el ser humano. Su nombre hace referencia a la localidad barcelonesa cerca de la cual se encontraron los restos, Els Hostalets de Pierola, y a Cataluña. «Este hallazgo permite anclar en el tiempo y documentar un momento fundamental en la evolución de los grandes antropomorfos», explica Salvador Moyà-Solà, director del equipo del Instituto de Paleontología Miguel Crusafont, de Barcelona, que descubrió el fósil. Se sabe desde hace tiempo, por las diferencias entre los genomas de los grandes simios y los gibones -o simios menores-, que los primeros tomaron un camino separado en la evolución hace entre 11 y 16 millones de años. Sin embargo, hasta ahora no se habían encontrado fósiles de esa época con rasgos característicos de los grandes antropomorfos. «Son más primitivos». 'Pierolapithecus', o un pariente muy cercano, podría ser el último antepasado común del orangután, el gorila, el chimpancé y el hombre. El simio, del que se han hallado 83 huesos o fragmentos -incluida la cara-, tiene «un nuevo tipo de esqueleto» que le facilitaría erguirse, trepar a los árboles y moverse por ellos de un modo distinto al resto de los primates de entonces. «Es el primer paso que conduce a la aparición de la bipedestación en el ser humano», indica Moyà-Solà. El ejemplar recuperado en la provincia de Barcelona es posiblemente un macho, mediría 1,20 metros de alto y pesaría unos 35 kilos. Y vivía en la selva subtropical, ecosistema que en el Mioceno Medio se daba en la costa levantina -no en el interior de la Península Ibérica- y que en la actualidad existe en Sumatra (Asia), uno de los últimos refugios de los orangutanes. Tenía, según los paleontólogos españoles, el tórax ancho y aplanado, es la parte anatómica más importante de este fósil, porque es la primera vez que se ha encontrado un tórax similar al de los simios antropomorfos en la historia de los fósiles. Sus omoplatos están en la espalda y no a los lados del cuerpo, el caballete de la nariz no interfiere con el plano de la visión -como en los monos- y sólo uno de los huesos del antebrazo, el radio, se une flexiblemente con la muñeca. Esto le da una mayor capacidad de rotación y movilidad a la mano, algo muy importante para la vida arborícola. El descubrimiento pone en duda la aparición simultánea en la evolución de las capacidades de trepar a los árboles y de colgarse de ellos. El ser humano ha perdido esta última habilidad y, según el equipo liderado por Moyà-Solà, también 'Pierolapithecus' carecía de ella. |
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Después de más de diez años de excavaciones por una misión franco-chadiana, se descubrió el cráneo, prácticamente completo, de lo que puede considerarse el registro más antiguo de la familia humana. Su antigüedad ronda los 6-7 millones de años (Mioceno tardío). El descubrimiento se realizó en el desierto de Yurab, de la actual República de Chad (África Central). Este fósil, atribuible a un homínido, lleva por apodo Toumaï (nombre que se les da a los niños nacidos en la estación seca y que en goran, el idioma de la zona, significa esperanza de vida), se piensa que se origina en el crucial intervalo en el cual el linaje que lleva a los actuales humanos diverge del que lleva a los chimpancés. Pertenece a un nuevo género y especie de homínido:Sahelanthropus tchadensis.