
En el extremo oriental del Portalón se encuentra el acceso a la Galería del Sílex, que guarda un espectacular santuario prehistórico de finales del Neolítico y de la Edad del Bronce. Este santuario fue descubierto intacto, a finales de los años 70 del pasado siglo XX, por miembros del burgalés Grupo de Espeleología Edelweiss (GEE), tras abrir un paso cegado por causas naturales desde hacía milenios. Como veremos más adelante, el GEE ha estado siempre presente, con un destacado papel, en los grandes descubrimientos realizados en la Sierra de Atapuerca.

Siguiendo por la Galería del Silo, y tras franquear una estrecha gatera, se accede a otra enorme sala, la Sala de los Cíclopes, situada a unos 600 metros del Portalón. Las excavaciones realizadas en esta caverna han revelado que fue un lugar escogido por los osos para hibernar. Unos osos que pertenecían a una especie extinguida hace más de 120.000 años y cuyo nombre científico es Ursus deningeri. No sólo se han encontrado fósiles de este tipo de oso en la Sala de los Cíclopes, también han quedado en el suelo de una pequeña oquedad lateral las depresiones circulares, denominadas "camas" o "yacijas", que dejaron estos animales al acostarse. Y sobre la arcilla, todavía fresca, de las paredes ha quedado impresa la huella de la zarpa de uno de aquellos animales.

Historia de un descubrimiento
Aunque la Sierra de Atapuerca es conocida internacionalmente por sus yacimientos pleistocenos, lo cierto es que las primeras investigaciones se centraron en períodos más recientes de la prehistoria. Así, Jesús Carballo publicó en 1910 las primeras evidencias arqueológicas y paleontológicas de Cueva Mayor, mencionando la existencia en el Portalón de la representación de la cabeza de caballo pintada en rojo, que Henri Breuil incluyó dentro del arte paleolítico franco-cantábrico. Otros célebres investigadores de la época, como Hugo Obermaier, Emilio Alcalde del Río o Martínez Santa-Olalla, también estudiaron este yacimiento.

En 1976, coincidiendo con las excavaciones de Apellániz, tuvo lugar un suceso inesperado que cambió para siempre el rumbo de las excavaciones en la Cueva Mayor. Ese año, Trinidad Torres, un estudioso de la evolución de los osos en la Península Ibérica, llevó a cabo una campaña de excavación en los rellenos pleistocenos de la Trinchera (en los yacimientos de Gran Dolina y Galería), a la búsqueda de mamíferos fósiles, especialmente osos. En el curso de esa campaña, miembros del GEE alertaron a Torres de la riqueza en fósiles de oso de la Sima de los Huesos.

Animado por estos informes, Torres concertó con miembros de dicho grupo de espeleología la realización de una breve campaña de excavación en la Sima de los Huesos, que se llevó a cabo ese mismo año. Inesperadamente, entre los numerosos restos de oso que se obtuvieron, se encontró una mandíbula humana. La asociación de este resto humano con los fósiles de oso, perteneciente a una especie extinguida desde hace más de 120.000 años, sugería una gran antigüedad para el fósil humano.
Consciente de la importancia del hallazgo, Torres llevó la mandíbula humana a su director de tesis, y experto en temas de evolución humana, Emiliano Aguirre, quien reconoció en la mandíbula la existencia de rasgos arcaicos propios de las poblaciones humanas europeas del Pleistoceno Medio. Este hecho ratificó la importancia del hallazgo. Más tarde, una inspección más detallada de los fósiles obtenidos en la excavación de 1976 dio como fruto el reconocimiento de más fósiles humanos: algunos dientes y nuevos fragmentos de mandíbula, de cráneo, y de huesos largos.


En la breve visita realizada al yacimiento en 1983 se extrajeron unos pocos kilos de sedimento para comprobar si aún quedaban fósiles humanos en la Sima de los Huesos, El hallazgo de dos dientes humanos, al lavar y tamizar cuidadosamente los sedimentos extraídos, confirmaron el gran potencial científico del yacimiento. A la luz de estos hallazgos, se determinó comenzar, en la siguiente campaña de excavación, la intervención sistemática en el yacimiento.

Para realizar esta tarea, se hizo preciso llevar la luz eléctrica hasta la Sima de los Huesos, ya que el empleo de carbureros consumía una buena parte del poco oxígeno presente en el aire del yacimiento. Con este propósito, el equipo tendió un cable eléctrico, de casi un kilómetro de longitud, desde el Portalón hasta la Sima de los Huesos, en donde se dispuso una sencilla instalación eléctrica, consistente en unos cuantos enchufes y bombillas. También se instaló una cuadrícula aérea, anclada en el techo de roca, con el propósito de establecer un sistema de referencias en el que situar los futuros hallazgos, de acuerdo con el método arqueológico.
En los últimos días de la campaña de 1984, se descubrió que en el extremo oeste del yacimiento el nivel de sedimentos revueltos tenía muy poco espesor, quedando al descubierto una pequeña área de niveles inalterados. En esta zona (conocida como írea A) se descubrieron 4 fósiles humanos, a los que se sumaron los 78 restos que se hallaron al lavar, tamizar y triar los sedimentos revueltos.
Durante la campaña de 1985 se excavó sistemáticamente el área A, hallándose en ella 3 nuevos fósiles humanos. Pero el nivel con fósiles humanos resultó ser muy delgado y pronto se agotó. Se hizo evidente entonces que los esfuerzos deberían concentrarse en la evacuación del material revuelto, que ocupaba la mayor parte del yacimiento, en la esperanza de que el mismo nivel con fósiles humanos hallado en el área A se encontrara también, bajo la capa de material alterado, en otras zonas del yacimiento.
Esta tarea, ya iniciada en 1984, se llevó a cabo durante las campañas de 1985 a 1989, en las que se extrajeron de la Sima de los Huesos, sin el concurso de maquinaria alguna, más de 12 toneladas de bloques calizos y sedimentos removidos. Este enorme trabajo dio como fruto el hallazgo de 131 nuevos fósiles humanos.
En 1987, el equipo diseñó e instaló en el yacimiento una plataforma suspendida, anclada a las paredes, que permitió trabajar sin pisar el suelo. También en este año, se practicó una perforación desde el exterior al techo de la vecina Sala de los Cíclopes, lo que facilitó la evacuación de los sedimentos fosilíferos y mejoró algo la ventilación en la Sima de los Huesos.

La campaña de 1990 supuso un punto de inflexión en las excavaciones en la Sima de los Huesos. Por una parte, se delimitó la extensión del nivel fértil en fósiles humanos del área A, que resultó ser muy reducida, dando la impresión de que el yacimiento estaba próximo a agotarse. En segundo lugar, se localizó el lugar exacto de la cueva en el que se depositaron los sedimentos desechados por el equipo que realizó la excavación de 1976. Estos sedimentos fueron evacuados al exterior durante las excavaciones de 1989 a 1991. El lavado y posterior triado de este material produjo un total de 161 nuevos fósiles humanos. Finalmente, en los últimos días de la campaña de 1990 se hallaron media docena de fósiles humanos en otra zona del yacimiento próxima a la pared norte del yacimiento. Este nuevo punto de excavación pasó a denominarse írea B. Los nuevos fósiles humanos recuperados en írea B eran los más completos y mejor conservados de los hallados hasta la fecha.
Entre los años 1984 y 1990, ambos inclusive, se había encontrado en la Sima de los Huesos un total de 389 fósiles humanos. De ellos, 335 procedían de los sedimentos alterados por espeleólogos aficionados, y 54 habían sido hallados en los sedimentos inalterados (en las áreas A y B). Aunque el número de fósiles era realmente impresionante, y superaba al de cualquier otro yacimiento de su época (el Pleistoceno medio: entre hace 780.000 años a hace 120.000 años), lo cierto es que la mayor parte de los fósiles eran fragmentos muy pequeños de los que, aparentemente, se podía extraer muy poca información... tal como gustaban de recordarnos (un poco malévolamente) algunos colegas. Pero ésa era una falsa impresión. Había dos elementos esqueléticos relativamente abundantes en la colección de fósiles humanos de la Sima de los Huesos que aportaban una información muy relevante.

Pero, por otra parte, de poco sirve tener muchos individuos identificados por sus dientes si no se conserva mucho más de sus esqueletos. Y aquí es donde cobraba importancia el otro elemento esquelético relativamente abundante en la muestra de la Sima de los Huesos: las falanges de manos y pies. Estos pequeños huesos se encuentran entre los más frágiles y delicados del esqueleto humano, hasta el punto que son excepcionales en yacimientos de la antigüedad de la Sima de los Huesos. De hecho, entre todos los yacimientos del Pleistoceno medio, sólo se conocía una falange humana fósil, procedente del yacimiento de Zhoukoudien en China (el celebérrimo "Hombre de Pekín"). Pues bien, en aquellos años se habían recuperado algo más de sesenta falanges en Sima de los Huesos, lo que constituía una cifra asombrosa. Este dato llevó a los miembros del equipo de excavación a sostener el argumento de que, si los huesos más frágiles aparecían en el yacimiento, era lógico pensar que también estuvieran en algún lugar del mismo el resto de los elementos del esqueleto.

En esta campaña, 1991, se terminó de excavar el depósito de los desechos de la excavación de 1976 (con un balance de 54 nuevos fósiles humanos), y se acometió la excavación sistemática del área B, en donde, como ya queda dicho, se habían encontrado 6 fósiles humanos muy completos en 1990. Pronto se vio que el nivel en donde se encontraron esos fósiles humanos no había sido alterado por los espeleólogos aficionados, lo que hizo concebir esperanzas de hallar, en el área B, nuevos fósiles humanos muy completos y bien conservados. Estas expectativas fueron ampliamente colmadas ya que al final de la campaña se habían recuperado, en una superficie de apenas un octavo de metro cuadrado, excavada en tan sólo 20 cm de profundidad, 112 fósiles humanos nuevos. Pero lo más importante no era el número de fósiles hallados en un nivel estratigráficamente intacto, sino el extraordinario estado de conservación de estos fósiles. Además, se hallaron huesos de regiones del esqueleto de las que no había representación, o era muy escasa, en ningún otro yacimiento de su época. La Sima de los Huesos empezaba a configurarse como un yacimiento excepcional, tanto en número de fósiles como en la importancia científica de éstos.

Pero no hay ninguna excavación en el mundo comparable a la de la Sima de los Huesos. En ningún otro yacimiento se recuperan, cada campaña, más de un centenar de fósiles humanos. Por ello, se decidió modificar la aplicación del método arqueológico tradicional en un detalle muy importante: mientras que los mapas de excavación, en otros yacimientos, se suelen realizar a escala 1:10, en la Sima de los Huesos se dibujan a escala 1:1. Este cambio de escala implica un aumento correlativo en la precisión de los mapas, siendo los realizados a escala 1:1 diez veces más exactos que los hechos a escala 1:10. Pero este aumento de la precisión, también incrementa notablemente el trabajo necesario para realizar los mapas a la nueva escala.

La campaña de 1992 fue planificada de acuerdo a objetivos muy ambiciosos. Por una parte, continuar la excavación sistemática del nivel fértil en fósiles humanos del área B, y, por otro lado, iniciar la excavación en zonas limitadas y escogidas (catas) en la rampa de acceso al yacimiento (la denominada Sima-Rampa, o SR). Las excavaciones en estas catas (nombradas de abajo arriba como SRB, SRM y SRA) aportaron una valiosísima información para entender la estratigrafía y el origen del yacimiento. Además, se recuperaron 16 fósiles humanos en SRB y SRM, algunos de los cuales pudieron ser puestos en conexión con otros procedentes de los sedimentos del lugar SH, poniendo de manifiesto que los esqueletos se depositaron originalmente en la rampa.
Aunque estos hallazgos eran muy importantes, fueron los extraordinarios descubrimientos realizados ese año en la excavación del área B, los que catapultaron al yacimiento de la Sima de los Huesos, y por ende a la Sierra de Atapuerca, al primer plano de la actualidad científica mundial.


Desde entonces, las campañas de excavación se han sucedido ininterrumpidamente, verano tras verano, en la Sima de los Huesos. A lo largo de estos años el yacimiento ha continuado siendo pródigo en hallazgos extraordinarios. Así, en la campaña de 1994, la misma en la que se descubrieron en el nivel TD6 de la Gran Dolina los primeros fósiles de Homo antecessor, se descubrió y exhumó la única pelvis (Pelvis 1) prácticamente completa y no deformada del registro fósil de los homínidos. Siguiendo con la tradición de dar nombres informales a los fósiles excepcionales, fue apodada como Elvis, en recuerdo del cimbreante rey del rock´n´roll, Elvis Presley. En estos últimos catorce años hemos encontrado varios miles de fósiles humanos más en la Sima de los Huesos, hasta un total, siempre provisional, de 5.500 fósiles humanos. Una cifra inconcebible hace tan sólo una década y que supera el total de fósiles humanos hallados en el resto de yacimientos del planeta.

El tipo de talla corresponde al denominado Modo 2, o Achelense, que es el correspondiente al tipo humano (ver más adelante) hallado en la Sima de los Huesos. Este modo tecnológico se encuentra ampliamente representado en otros yacimientos de Atapuerca, en la Trinchera del Ferrocarril, de antigüedad equivalente, como la Galería y los niveles altos de Gran Dolina. Es interesante destacar que en esos yacimientos son muy escasas las piezas del mismo formato y materia prima que el bifaz de la Sima de los Huesos.
Todos estos hallazgos, Elvis, Excalibur y el grueso de los miles de nuevos fósiles humanos proceden del írea B, en SH, cuya excavación dista mucho de estar agotada. Las últimas campañas de excavación (2002-2005) se han realizado atendiendo a una nueva estrategia científica. En vez de seguir interviniendo en el írea B, cuya riqueza en fósiles humanos está firmemente establecida, se han centrado los mayores esfuerzos en profundizar las excavaciones en SR y en excavar en otros puntos, distintos del írea B, en SH. Se trata de ampliar los datos sobre otros aspectos igualmente relevantes del yacimiento: confirmar la estratigrafía propuesta, precisar la datación del yacimiento y determinar la geometría del depósito.

Ésta es una pregunta que no admite una solución definitiva debido a la propia naturaleza del yacimiento. De hecho, fueron necesarios muchos años de trabajo para empezar a comprender, a partir de los escasos datos obtenidos en cada campaña de excavación, la complejidad geológica del mismo.

A esta geometría irregular del depósito, consecuencia de su compleja historia geológica, hay que añadir que los fósiles humanos no están distribuidos homogéneamente en su correspondiente nivel de arcillas rojas. Por el contrario, en algunas partes de SH, como el írea B o el írea A, se encuentran acumulados, mientras que en otras zonas del yacimiento son escasos o inexistentes. Esta distribución tan caótica es la consecuencia de que los huesos llegaron a SH acarreados, por pequeños "aludes" de barro, desde su lugar original de deposición en la rampa (SR).

La edad del yacimiento
Uno de los conocimientos del campo de la Paleontología que más fascina al público en general es el de la antigüedad de los fósiles. Resulta asombroso que se pueda saber con tanta precisión la edad de acontecimientos muy remotos, que nadie ha presenciado. Aunque queda fuera del propósito de estas páginas el explicar detalladamente las diferentes técnicas de las que se valen los científicos para datar los fósiles, sí podemos hacer algunas consideraciones generales que resultan útiles para comprender la base del método y valorar los resultados.
En Paleontología existen dos formas de datar un acontecimiento. Una manera de hacerlo consiste en establecer su datación relativa; es decir, situar un acontecimiento en una escala de sucesos ordenada temporalmente. Por este procedimiento, la antigüedad queda establecida en términos de "ocurrió antes de, y después de", pero no implica el conocimiento de la edad exacta. Este concepto puede ser ilustrado con un caso de la vida cotidiana. Los términos abuela, madre e hija establecen una datación relativa entre tres mujeres, siendo la abuela la mayor, la madre la de edad intermedia y la hija la más joven, pero no nos informan sobre la edad exacta de las tres mujeres. El establecimiento de la edad exacta (o aceptablemente precisa) de los acontecimientos es el objetivo de las técnicas de datación absoluta. En el caso anterior se trataría de conocer las edades de la abuela, la madre y la hija.

El establecimiento de la edad relativa de los yacimientos (y por tanto de los fósiles contenidos en ellos) es una tarea de la que se encarga la Bioestratigrafía. En esencia, se trata de construir un marco cronológico (o escala cronobioestratigráfica) en el que se ordenan temporalmente las distintas especies que han vivido a lo largo de la historia de la vida. Para realizar esta tarea, los científicos emplean conceptos y métodos procedentes del campo de la geología (como el principio de superposición de los estratos) y de la biología (como es la naturaleza irreversible del proceso evolutivo). De este modo, las diferentes especies fósiles que aparecen en un yacimiento le indican al biostratígrafo el momento temporal al que corresponde.
Por su parte, las técnicas empleadas habitualmente para realizar las dataciones absolutas se basan en el fenómeno de la radioactividad natural para establecer cuánto tiempo ha pasado desde que sucedió determinado acontecimiento. Para ello, se miden las proporciones relativas de determinados isótopos (que son los que dan nombre a cada técnica), que van cambiando en función directa del tiempo transcurrido. Si el acontecimiento datado es la muerte del organismo que produjo el fósil (como en el caso de la celebérrima técnica denominada 'carbono-14'), entonces se establecerá directamente la antigüedad de dicho fósil. Pero más frecuentemente, el acontecimiento que puede ser datado por estos métodos es la formación de determinados tipos de rocas, como los basaltos volcánicos (la técnica conocida como 'potasio/argón') o los espeleotemas, estalactitas y estalagmitas, (con la técnica denominada como 'series de uranio').

Después de esta breve incursión en el mundo de las dataciones, volvamos de nuevo al caso de la Sima de los Huesos. Ya se ha comentado que cuando se halló la primera mandíbula humana en la campaña de 1976, su asociación en el yacimiento con los fósiles de 'Ursus deningeri' sugería una gran antigüedad para el resto. Puesto que dicha especie de oso se extinguió hace alrededor de 120.000 años, ésa parecía la edad mínima atribuible al fósil humano. Sin embargo, el hecho de que los niveles del yacimiento de los que procedían tanto los fósiles de oso como los humanos hubieran sido removidos por los espeleólogos aficionados cuestionaba esta datación. Había autores que sugerían que los fósiles de los osos podían proceder de un estrato diferente del de los humanos y tener, por tanto, edades diferentes.
Esta duda no quedó despejada hasta la campaña de 1991 en la que, una vez desalojados los sedimentos alterados, se accedió a los niveles intactos y se comprobó que contenían tanto fósiles de 'Ursus deningeri', como fósiles humanos. De este modo quedó confirmada la asociación entre ambas especies y se estableció en 120.000 años la edad mínima del yacimiento. Pero este dato, con ser importantísimo, pues confirmaba la gran antigüedad de los fósiles humanos, era demasiado amplio aún y se consideró como un objetivo prioritario el intentar precisar más la datación del yacimiento. En aquel momento no se había encontrado ninguna roca susceptible de ser datada y que tuviera una relación estratigráfica clara con los fósiles humanos, por lo que se trabajó en dos líneas independientes. Por una parte, estudiando el resto de la fauna fósil del yacimiento y, por otro lado, aplicando nuevas técnicas, algunas aún experimentales, para datar los propios fósiles. Los resultados alcanzados por ambos métodos coincidían en señalar una edad mínima mayor para los fósiles de la Sima de los Huesos, en torno a los 250.000 años de antigüedad.

Una última reflexión para concluir con el apartado de la antigüedad de la Sima de los Huesos. Frecuentemente, se comete el error de confundir la edad mínima de un yacimiento con su edad absoluta. Una edad mínima de 350.000 años no quiere decir, como a veces se recoge erróneamente en los medios de comunicación, que el yacimiento tenga 350.000 años de antigüedad, exactamente, sino que es más antiguo que esa cifra, sin que se pueda precisar cuánto más. Éste es un concepto que conviene aclarar, porque a veces se nos acercan personas que nos dicen que hemos ido cambiando la edad del yacimiento a lo largo de los años, haciéndolo cada vez más antiguo. Y no es cierto. Lo que ha ocurrido es que se ha ido precisando cada vez más la datación, desde una edad mínima, al principio, de 120.000 años hasta una edad mínima, en la actualidad, de 500.000 años. Y en el momento en que los avances tecnológicos permitan perfeccionar los instrumentos de medida, disminuyendo su error, todavía se podrá precisar más la datación de la estalagmita de SRA y establecer una edad mínima del yacimiento aún más ajustada"¦ pero que inevitablemente será mayor.